“Persépolis”. El retrato de una guerra y sus terribles consecuencias

Por Santiago L. Beltrán

A pesar de ser animada, esta no es una cinta pensada para niños, ya que retrata el inicio, el desenvolvimiento y las terribles consecuencias de la guerra entre Irán e Irak a través de la mirada de una niña llamada Marjane Satrapi, a la que en adelante referiremos como Marji. Sin embargo, el hecho de que la película sea animada permite sentir que es realmente una niña quien nos está relatando la historia. En la presente reseña abordaré diversos fenómenos que podemos observar a lo largo de la trama y que el lector podrá identificar porque estarán marcados en negritas.

Marji nació en una familia de clase media con una ideología progresista que se opone al magnánimo poder del sha; de hecho, ella es descendiente del último rey de la dinastía persa de los Qadjar, quien fue su bisabuelo. En 1979, su país se ve envuelto en la Revolución Iraní que le da paso a una república islámica. Sin embargo, la nueva realidad de su nación está coronada por una creciente inestabilidad política y una cruenta persecución en la que su tío, un idealista de la revolución, perece.

La nueva república se caracteriza porque sus líderes adoptan el fundamentalismo islámico como eje rector de la organización del país. Así pues, Marji, su madre y su abuela se ven atrapadas en un proceso de invisibilización de la mujer. De un momento a otro, las mujeres estaban obligadas a cubrirse con un velo en el exterior, pedir permiso a sus maridos o padres, y tener que soportar los constantes insultos de los hombres en las calles u oficinas de gobierno. Además, Marji nos describe cómo su país se volvió completamente hermético e impidió la entrada y/o salida de la población. En otras palabras, el pueblo iraní se convirtió en un prisionero dentro de su propio territorio.

Asimismo, Marji nos describe que Irak se aprovechó de la inestabilidad iraní y decidió atacar a su vecino. Debido a la situación del país, el padre de Marji consigue un visado para enviar a su hija a Europa y así lograr que crezca alejada de todos estos horrores. De esta forma, nuestra protagonista llega a Viena y ahí sufre la falta de identidad del migrante, que la hace sentirse sola y alejada de su mundo. Sin embargo, en ese momento es que empezamos a ver cómo la niña pasa a ser una mujer adulta con criterio propio y que, poco a poco, intenta encontrarse a sí misma y abraza la idea de que no importa en qué país te encuentres porque todos vivimos en el mismo planeta.  

Después de enfrentarse a algunos densos problemas, Marji decide regresar con su familia a Irán y al llegar a Teherán se da cuenta que todo ha cambiado, incluyéndose ella misma; de hecho, llega a afirmar “soy extranjera en mi propio país”. Es aquí cuando vemos una verdadera maduración del personaje y la acompañamos cuando se matricula en Bellas artes por la Universidad de Teherán y después cuando hace su maestría en Comunicación Visual. Asimismo, la vemos dejar de pensar en la felicidad de los demás para comenzar a pensar en su propia felicidad, es decir, sufre un proceso de individualización, el cual siempre es importante alcanzar.

Otro de los fenómenos que nos permite abordar la película y que, en mi opinión es uno de los más interesantes, es el cómo los regímenes utilizan a la ciudad como herramienta ideológica. Cuando Marji regresa a Teherán, su madre le cuenta que todas las calles fueron renombradas con nombres de jóvenes que perdieron la vida en la revolución o en la guerra contra Irak, y le confiesa que “caminar por las calles es como recorrer un cementerio”. Por decirlo de algún modo, el nuevo régimen los convirtió en los mártires sobre los cuales se construyó la nueva nación. Por lo tanto, podemos hablar de un proceso de consolidación de una historia patria con sus propios héroes (militares, civiles y políticos) y villanos (el sha y las potencias extranjeras).

De hecho, este último punto es tan usual y generalizado que se repite en todos los países, incluyendo el nuestro. Cuando salimos a caminar por las calles de México también podemos sentir que caminamos sobre un cementerio, ya que es usual encontramos con una gran cantidad de calles llamadas Miguel Hidalgo, Benito Juárez, José M. Morelos, Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, entre muchos otros. Por un lado, todo esto se desprende del proceso de conformación de un discurso histórico oficial que se encarga de dictar quiénes son nuestros héroes y quienes los villanos. Por otro lado, todo este discurso también se emplea como una herramienta de legitimación política que le es útil al régimen en el poder.

A modo de conclusión, puedo decir que Persépolis es una película muy enriquecedora que nos logra adentrar, de manera creativa, en una triste realidad y desgarradora. Así pues, es importante mencionar que toda película es una ventana que nos inserta en una distinta visión del mundo, ya que nos permite ver más allá de lo que a simple vista podemos apreciar. Por lo tanto, me tomo la libertad de invitar al lector a analizar todas esas diversas ventanas que se nos presentan con cada película, ponerlas en perspectiva y, si nos es posible, aplicarlas a nuestra realidad inmediata. Espero hayas disfrutado la reseña de este mes, nos leemos en la próxima entrega.


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